«Nada es privado»: Política, big data y oportunidades



septiembre 10, 2019 4:27 pm


El mes pasado Netflix estrenó el documental Nada es Privado (The great hack, Karim Amer y Jehane Noujaim), una reconstrucción sobre el caso de la consultora inglesa Cambridge Analytica, que expuso la manipulación de datos de redes sociales con fines políticos para la elección de Donald Trump en Estados Unidos en 2016. La película, de extensas dos horas, busca ir paso a paso en el modelo de negocios de internet (“cuando algo es gratis, el producto sos vos”) hasta llegar a los efectos que ese intercambio -voluntario pero complicado- podría tener en el sistema democrático de occidente. Sin embargo, aunque se toma un largo tiempo en explicarlo, ocupa más tiempo en contribuir a la paranoia y las hipótesis conspirativas que en abordar posibles soluciones o planes alternativos. Como escribió Vladimir Garay, del colectivo Derechos Digitales de Chile, “es una oportunidad perdida”.

Aprovechemos entonces algunas frases que se dicen en ella para sacar algunas ideas claras de este enredo de la big data y la política.

1. “Sí, (el que hicimos con Cambridge Analytica) era un experimento poco ético”.La frase pertenece a un ex empleado de la compañía. Con esto describe los tests de personalidad que la empresa realizó utilizando la plataforma de usuarios de Facebook para luego detectar a las personas con tendencias a ser más influenciables y llegar a ellas en los estados con “voto cambiante”, que pueden dar vuelta una elección. ¿Esto quiere decir que todo lo que se hace en la industria de la big data es poco ético o ilegal? La primera respuesta es que por supuesto que no. La segunda, es que vivimos rodeados de procesamiento de grandes cantidades de datos en todas las áreas de la vida: desde que vamos al supermercado hasta cuando pedimos un crédito en el banco o compramos unas zapatillas de un estilo determinado. Podríamos decir entonces que todos esos usos de los datos nos están “manipulando” y, sin embargo”, no los asociamos con esa idea. Pero sí nos parece así cuando se hace con fines políticos. Es curioso.

Aquí, entonces, corresponde hacer una primera reflexión. El procesamiento de datos como insumo de las campañas políticas no es ilegal. Como en toda industria, en el marketing político las nuevas herramientas se incorporan. Lo que es importante es que las mismas se hagan respetando las leyes de protección de datos personales y la ética propia de cada profesión, que no es más que las de los equipos que se contratan para llevar adelante las campañas. En el caso de Cambridge Analytica, es importante entonces saber que sus directivos actuaron de manera ilegal, que fueron chapuceros en su manejo profesional y en su forma de vender sus servicios a políticos que, a su vez, los compraron. Y que, en consecuencia, cuando fueron investigados, se tuvieron que declarar culpables. Pero esto no implica que todas las formas de procesar información deban necesariamente romper las reglas de la privacidad. 

2. “Las empresas de tecnología tienen valor porque explotan los datos de la gente”. Lo dice Brittany Kaiser, una ex Cambridge Analytica que no tuvo problema en ganar dinero durante su paso por la empresa y ahora, arrepentida, se da cuenta de esta verdad mientras se confunde con el agua azul de una pileta con Golfo de Tailandia. Es cierto, quienes venimos escribiendo sobre estos temas, decimos que nosotros, las personas comunes, intercambiamos servicios de estas empresas por nuestros datos. Lo hacemos de manera voluntaria, sin que ocurran guerras ni corra sangre. Lo que omite Brittany es que las empresas no necesitan más datos de los que ya tienen. Todo lo que hoy están obteniendo es una plusvalía de información, está de más y sirve para ir más allá: para entendernos y controlarnos, como señala Shoshana Zubof en La era del Capitalismo de la Vigilancia.

Entonces, ¿cuál sería el siguiente paso? Que esas empresas sean más claras respecto de qué datos están usando y para qué. Eso es lo que demanda el profesor David Carroll durante todo el documental y lo obtiene resultado. Justamente, porque implicaría un cambio estructural del modelo hacia la transparencia y hacia un mayor control de la gente común. Si hoy estamos en la era de la big data, esos grandes datos todavía están haciendo ricos a unos pocos. Pero todavía no existe una big data de la gente común. Facebook lo sabe. Por eso no le afecta haber sido multada, luego de la investigación por Cambridge Analytica, con 5 mil millones de dólares por el manejo ilegal de datos de 87 millones de usuarios. Fue cómplice de un crimen. Pero aún mantiene su negocio abierto.

3. “Vemos que los gobiernos autoritarios van en aumento. Y todos usan esta política de odio y temor de Facebook”. Lo dice Carole Cadwalladr, la periodista que tiró de la soga para que hoy podamos hablar de Cambrige Analytica. Cadwalladr es una excelente y valiente reportera, no hay duda. Sin embargo, recurre al lugar común de asegurar que el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil, el de Trump en Estados Unidos o algunas matanzas en diversos lugares en conflicto tuvieron como origen el odio que nos provoca pasar tiempo en las redes sociales. Vale decir que la elección de gobiernos reaccionarios y los crímenes de odio ocurrían antes, pero se ha puesto de moda acusar a Facebook de originar todos los males.

¿No será que hay otras razones en la base de los crímenes o los tiradores solitarios que atacan las escuelas? ¿No será que la población armada y falta de planes de futuro encuentra que sólo a través de las redes es importante? Si todo es culpa de Facebook, entonces la explicación debe estar errada, porque el mundo siempre ha sido más complejo. O el mundo se simplificó, o estamos encontrando una explicación única.

4. “Todos somos responsables. La pregunta es: ¿qué hacemos con esa responsabilidad?”. Lo dice un ex ejecutivo de Cambridge Analytica. Y yo le digo que no. Que la idea de pensarnos a todos seres manipulables por las redes sin capacidad de decisión es muy peligrosa. La principal razón es que vuelve invisibles a los verdaderos culpables.

Cambridge Analytica se declaró culpable. Facebook fue hallada culpable. Los gobiernos y las empresas (no sólo las que manipulan datos de política, sino las que manipulan todo tipo de datos) son culpables. Lo que ellos tienen para decirnos a nosotros es que: “La tecnología avanza tan rápido que no llegamos a entenderla, entonces siempre habrá otro Cambridge Analytica”. En ese discurso inexorable del avance tecnológico está la trampa. Porque la tecnología no es, de por sí, imparable. Si fuera por eso, en Argentina este año estaríamos votando con máquinas. Pero un grupo de personas valientes el año pasado demostró que eso era peligroso para la democracia y eso no sucedió.  

Para que en el futuro no ocurran más Cambridge Analyticas es importante que no pensemos que la tecnología siempre tiene que avanzar por delante de nuestra voluntad. Ni de las leyes que nosotros creamos para ponerle marcos para protegernos a nosotros, las personas. Por empezar, el gobierno que asuma el próximo diciembre tiene en el Congreso una ley nacional de datos personales para actualizar. Podemos involucrarnos.